Oraciones liturgicas para la cuaresma

RESPONSORIO DE LA LITURGIA ROMANA
PARA EL MIÉRCOLES DE CENIZA

V. Corrijamos aquello que por ignorancia hemos cometido, no sea que, sorprendidos por el día de la muerte, busquemos, sin poder encontrarlo, el tiempo de hacer penitencia.

R. Escúchanos, Señor, y ten piedad porque hemos pecado contra Ti

V. Socórrenos, Dios Salvador nuestro, por el honor de tu nombre, líbranos, Señor.

R. Escúchanos, Señor, y ten piedad porque hemos pecado contra Ti

PREFACIO DE LA ANTIGUA LITURGIA HISPANA
AL COMENZAR LA CUARESMA

Te damos gracias Padre Santo
por Cristo Señor nuestro;

El  es tu hijo unigénito, que mora en tu gloria,
en el se nutre la fe de quienes ayunan,
se levanta su esperanza y se robustece su caridad.

Porque Él es el Pan vivo y verdadero,
que descendió del cielo
y habita siempre en el cielo;
alimento de eternidad y majar de fortaleza,
Pues tu Verbo, por quien fueron creadas todas las cosas
no sólo es pan de los hombres, sino también de los ángeles.

Alimentado con este pan  Moisés, tu siervo,
ayuno cuarenta días y cuarenta noches cuando recibió tu ley;
y se abstuvo de manjares carnales
para hacerse más sensible al sabor de tu suavidad,
viviendo de tu palabra, cuya dulzura contemplaba en espíritu
y cuya luz recibía en el rostro,

Por ello, ni sintió el hambre del cuerpo
ni se acordó de los manjares de la tierra,
pues la iluminaba la contemplación de tu gloria y,
bajo el soplo del Espíritu te alimentaba la divina palabra,
durante cuarentas días que hoy comenzamos
para iniciar la maceración de la cuaresmal abstinencia
Señor sírvenos el Pan santo de la Eucaristía,
por el que nos exhortas sin cesar a sentir hambre,
pues por tu carne, por ti mismo santificada,
al comerla nos robustece
y tu sangre al beberla sedientos nos lava.

Por eso te damos gracias y te bendecimos
ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

(Missale Gothicum, PL 72, 358.s)

PREFACIO DE LA ANTIGUA LITURGIA ROMANA
VIERNES DE LA CUARTA SEMANA DE CUARESMA

Te damos gracias Padre Santo
por Cristo Señor nuestro;

Él es el día eterno,
la luz sin ocaso, la claridad eterna,
Él mando a quienes le siguen caminar en la luz,
para que pudieran escapar de las sombras de la noche eterna
y alcanzar felizmente la patria de la luz,

Él es el que por la humildad de la humanidad asumida lloró a Lázaro
y por el poder de la divinidad
le devolvió la vida y al genero humano,
oprimido bajo la cuádruple mole de los pecados,
les restituyó la vida.

Por Él te pedimos que,
mediante la observancia del ayuno,
rompas las cadenas de nuestros pecados,
nos reintegres a la felicidad de la vida eterna,
y nos incluyas entre los coros de los santos.

(Sacramentario Gregoriano PL 78,72)

ORACIÓN DE MANASÉS
DISDASCALIA DE LOS DOCE APÓSTOLES

Señor todopoderoso,
Dios de nuestros padres Abraham, Isaac y Jacob
y de su justa descendencia,
que hiciste el cielo y la tierra con todo su universo,
que has encadenado el mar con tu imperiosa palabra,
que cerraste y sellaste el abismo con tu terrible y glorioso nombre,
ante el que todo se estremece y tiembla por tu poderosa presencia.

Porque Insoportable es la majestad de tu gloria
e irresistible la cólera de tu amenaza contra los pecadores,
pero inmensa e insondable, la piedad de tu promesa,
porque Tú eres el Señor Altísimo sobre toda la tierra,
compasivo, paciente y rico en misericordia para con la maldad humana.

Pues, Tú, Señor, conforme a la generosidad de tu bondad
prometiste arrepentimiento y perdón a los que han pecado
y por la abundancia de tu misericordia
has fijado penitencia a los pecadores para que se salven.

Tú, en efecto, Señor Dios de los justos,
no estableciste la penitencia
para los justos, Abraham, Isaac y Jacob,
que no pecaron contra ti,
sino para mí, porque mis pecados
son más numerosos que la arena del mar
y se multiplicaron mis faltas.

Señor, no soy digno de tender la mirada al cielo
por la multitud de mis ofensas.
Señor me encuentro justamente castigado
y merecidamente afligido, pues estoy prisionero,
doblegado por cadena de hierro demasiado fuerte.

Y ahora inclino la rodilla de mi corazón
suplicando tu bondad.
He pecado, y reconozco mis culpas,
pero Te ruego que me perdones:
y no me hagas perecer junto a mis faltas
ni conserves mis males eternamente.

Porque Tú eres, Señor, el Dios de los que se arrepienten
y aun siendo indigno mostrarás tu misericordia en mí,
me salvarás conforme a tu misericordia,
y te alabaré por siempre en los días de mi vida,
pues todo el ejército de los cielos entona himnos en tu honor
porque  tuyo es el poder y la gloria por los siglos. Amén.