13 de Noviembre: Homilía sobre el evangelio de san Mateo de San Juan Crisóstomo


SI SOMOS OVEJAS, VENCEMOS; SI NOS CONVERTIMOS EN LOBOS, SOMOS VENCIDOS

Homilía sobre el evangelio de san Mateo de San Juan Crisóstomo

Mientras somos ovejas, vencemos y superamos a los lobos, aunque nos rodeen en gran número; pero, si nos convertimos en lobos, entonces somos vencidos, porque nos vemos privados de la protección del Pastor. Este, en efecto, no pastorea lobos, sino ovejas, y, por esto, te abandona y se aparta entonces de ti, porque no le dejas mostrar su poder.

Es como si dijera: «No os alteréis por el hecho de que os envío en medio de lobos y, al mismo tiempo, os mando que seáis como ovejas y como palomas. Hubiera podido hacer que fuera al revés y enviaros de modo que no tuvierais que sufrir mal alguno ni enfrentaros como ovejas ante lobos, podía haberos hecho más temibles que leones; pero eso no era lo conveniente, porque así vosotros hubierais perdido prestigio y yo la ocasión de manifestar mi poder. Es lo mismo que decía a Pablo: “Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad” (1 Co 12, 7b-10). Así es como yo he determinado que fuera». Al decir: Os mando como ovejas, dice implícitamente: «No desmayéis: yo sé muy bien que de este modo sois invencibles».

Pero, además, para que pusieran también ellos algo de su parte y no pensaran que todo había de ser pura gracia y que habían de ser coronados sin mérito propio, añade: Por eso, sed sagaces como serpientes y sencillos como palomas. «Mas, ¿de qué servirá nuestra sagacidad –es como si dijesen– en medio de tantos peligros? ¿Cómo podremos ser sagaces en medio de tantos embates? Por mucha que sea la sagacidad de la oveja, ¿de qué le aprovechará cuando se halle en medio de los lobos, y en tan gran número? Por mucha que sea la sencillez de la paloma, ¿de qué le servirá, acosada por tantos gavilanes?» Ciertamente, la sagacidad y la sencillez no sirven para nada a estos animales irracionales, pero a vosotros os sirven de mucho.

Pero veamos cuál es la sagacidad que exige aquí el Señor. «Como serpientes –dice–. Así como a la serpiente no le importa perderlo todo, aunque sea seccionado su cuerpo, con tal que conserve la cabeza, así también tú –dice– debes estar dispuesto a perderlo todo, tu dinero, tu cuerpo y aun la misma vida, con tal que conserves la fe. La fe es la cabeza y la raíz; si la conservas, aunque pierdas todo lo demás, lo recuperarás luego con creces». Así, pues, no te manda que seas sólo sencillo ni sólo sagaz, sino ambas cosas a la vez, porque en ello consiste la verdadera virtud. La sagacidad de la serpiente te hará invulnerable a los golpes mortales; la sencillez de la paloma frenará tus impulsos de venganza contra los que te dañan o te ponen asechanzas, pues, sin esto, en nada aprovecha la sagacidad.

Nadie piense que estos mandatos son imposibles de cumplir. El Señor conoce más que nadie la naturaleza de las cosas: él sabe que la violencia no se vence con la violencia, sino con la mansedumbre.

Para la oración personal y el dialogo

  • ¿Qué supone para tu vida que Jesús no pastoree lobos sino ovejas? ¿Eres oveja de Cristo: en qué se nota? ¿Qué puedes hacer para ser más oveja? ¿Qué sentimientos inspira en ti el ser oveja? ¿Estamos listos para ir como OVEJAS detrás de Cristo?
  • San Pablo dice: “Muy agusto presumo de mis debilidades para que en mí resida la fuerza de Cristo” (I Co 12, 7b-10), ¿En qué medida tus debilidades te hacen fuerte? ¿En donde se manifiesta con más fuerza Dios en tus logros y tus fuerzas o en tu debilidades?
  • ¿Dejas a Dios mostrar tu poder o eres tu el que decides?
  • “como serpientes” ¿Qué estarías dispuesto a perder para conservar la fe? – “como palomas”: “la sencillez de la paloma frenará tus impulsos de venganza contra los que te dañan o te ponen asechanzas, pues, sin esto, en nada aprovecha la sagacidad”. Esta frase es todo un programa de la no-violencia siglos antes de la aparición de Gandhi: ¿Te ayuda la fe a frenar la venganza cuando alguien te agrede? ¿De qué te sirve el frenar los impulsos de venganza? Que piensas de: “la violencia se vence con mansedumbre”- Te dejas acompañar por la gracia y orar para que se te dé cuando tienes sentimientos de violencia, venganza…

Por qué he elegido este texto.

Para profundizar en los sentimientos de Cristo. Dice el profeta Isaías refiriéndose al Siervo del Señor (profetizando a Cristo) Is 52, 13-53, 12: “el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes. Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca; como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca”. Dice el apóstol Pedro: Cristo padeció por nosotros,  dejándonos un ejemplo para que sigamos sus huellas. Él no cometió pecado
ni encontraron engaño en su boca; cuando lo insultaban, no devolvía el insulto;
en su pasión no profería amenazas; al contrario, se ponía en manos del que juzga justamente.

¿Cómo podemos seguir el ejemplo de Jesús?

Dos frases para pensar

La acciones y actitudes cristinas deben reflejar la benignidad de Cristo en nosotros.

Así como Cristo nos gana con su benignidad, nosotros podemos ganar a nuestro prójimo de la misma manera.

¿Cuál es el trozo del Evangelio que comenta San Juan Crisóstomo? (Mateo 10, 16-23)

«Mirad que yo os envío como ovejas en medio de lobos. Sed, pues, cautos como las serpientes y sencillos como las palomas. Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en sus sinagogas, y seréis llevados ante los gobernadores y reyes por causa mía, para que deis testimonio ante ellos y los gentiles. Pero cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o qué habéis de hablar; porque en aquel momento os será dado lo que habéis de decir. Pues no sois vosotros los que vais a hablar, sino el Espíritu de vuestro Padre quien hablará en vosotros. Entonces el hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y se levantarán los hijos contra los padres para hacerles morir. Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre; pero quien persevere hasta el fin, ése será salvo. Cuando os persigan en una ciudad, huid a otra; en verdad os digo que no acabaréis las ciudades de Israel antes de que venga el Hijo del Hombre.»

Conocer algo de San Juan Crisóstomo

Nació en Antioquía, de padres cristianos y de familia, hacia el año 349. Su madre era un modelo de virtud. Su padre ocupaba un cargo elevado en el ejército imperial de Siria. Muerto muy joven, tuvo qué encargarse de la educación de Juan su madre, viuda a los veinte años. Estudió retórica bajo Libanius, el más famoso orador de su época. Tanto penetró el espíritu cristiano en el corazón de Juan, que, en plena juventud, una vez fallecida su madre, en el 374, determinó consagrarse a una vida de soledad, de anacoreta en las montañas: entregándose a la oración, a la meditación de las santas Escrituras y a los ejercicios de la más rigurosa austeridad. Su salud, empeoró, por esto, en el 386, decidió regresar a Antioquia, siguiendo el consejo de un viejo anacoreta.

En aquella larga temporada de aislamiento había escrito algunos libros espirituales, por ejemplo uno sobre la penitencia, en los cuales se revelaba ya su elocuencia y belleza de estilo, juntamente con su sabiduría profunda. Por esto, el famoso el Obispo-Patriarca Flaviano de Antioquía le ordenó presbítero y le hizo su ayudante de confianza. Como Presbítero desde los primeros momentos fue admirado como un gran orador elegante y enérgico en la dicción, hondísimo en los pensamientos. Su auditorio se puede decir que lo componía toda la ciudad. La iglesia principal de Antioquía resultaba pequeña para tan grandes multitudes. Solía predicar sobre puntos del Evangelio. La finalidad de su oratoria era el mejoramiento o la reforma de las costumbres. De ahí que insistiera mucho en la explicación de las obras de misericordia, en la virtud de la limosna, la santificación de la familia, la educación de los hijos, la necesidad de la oración y de la frecuencia de Sacramentos, la obligación de apartarse de los espectáculos inmorales, la necesidad de justicia social para con los pobres y explotados, llegando a proponer la venta de propiedades eclesiásticas. Se le apodó con el sobrenombre del «Crisóstomo» —«boca de oro»—

Fallecido el patriarca Nectario de Constantinopla, en 397, el emperador Arcadio, enterado de la elocuencia y el saber del Crisóstomo, logró que él fuese el elegido para ocuparla. Mucho hubo de trabajarse para vencer la resistencia del humilde y pregonado sacerdote, y fue grande su disgusto por verse arrancado de su ciudad nativa. En la metrópoli imperial, la lujosa ciudad de Bizancio (Constantinopla, actual Estambul); la de los jardines y maravillosos palacios, la de los grandes templos y las cúpulas de oro, la de las ciencias y las artes, la placentera residencia de la corte… Apenas posesionado de su altísimo cargo lo primero que hizo fue mandar quitar de su palacio todos los lujos. Con las cortinas tan elegantes fabricaron vestidos para cubrir a los pobres que se morían de frío. Cambió los muebles de lujo por muebles ordinarios, y con la venta de los otros ayudó a muchos pobres que pasaban terribles necesidades. El mismo vestía muy sencillamente y comía tan pobremente como un monje del desierto. Y lo mismo fue exigiendo a sus sacerdotes y monjes: ser pobres en el vestir, en el comer, y en el mobiliario, y así dar buen ejemplo y con lo que se ahorraba en todo esto ayudar a los necesitados.

El nuevo Patriarca se ganó muy pronto el afecto de sus sacerdotes, de las familias distinguidas y, más aún, del pueblo se hizo el más sencillo de los ciudadanos. A causa de ciertas predicaciones sobre el lujo femenino y la ostentación de las grandes damas, provocó el odio de la propia Emperatriz, Eudoxia quien se alió con otros enemigos para acusarle: Que había gastado los bienes de la Iglesia en repartir ayudas a los pobres. Que prefería comer solo en vez de ir a los banquetes. Que a los sacerdotes que no se portaban debidamente los amenazaba con el grave peligro que tenían de condenarse, y que había dicho que la emperatriz, por las maldades que cometía, se parecía a la pérfida reina Jetzabel que quiso matar al profeta Elías…

Al oír estas acusaciones, el emperador, atizado por su esposa Eudoxia, decretó que Juan quedaba condenado al destierro. Al saber tal noticia, un inmenso gentío se reunió en la catedral, y Juan Crisóstomo renunció uno de sus más hermosos sermones. Decía:

«¿Qué me destierran? ¿A qué sitio me podrán enviar que no esté mi Dios allí cuidando de mí? ¿Qué me quitan mis bienes? ¿Qué me pueden quitar si ya los he repartido todos? ¿Qué me matarán? Así me vuelvo más semejante a mi Maestro Jesús, y como El, daré mi vida por mis ovejas…»

Finalmente falleció en el destierro  el 14 de septiembre del año 404. Al año siguiente el cadáver del santo fue llevado solemnemente a Constantinopla y todo el pueblo, precedido por las más altas autoridades, salió a recibirlo cantando y rezando.

Quiero recordar unas palabras suyas contra el ansia de acumular riquezas:

Homilía 59

Nada hay, en efecto, de tanto valor como el alma. Pues, ¿de qué

le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su alma? Ahora

bien, el amor de las riquezas pervierte y arruina todos los valores,

destruye el temor de Dios y toma posesión del alma como un tirano

que ocupa una plaza fuerte. Descuidamos, pues, nuestra salvación y

la de nuestros hijos cuando nos preocupamos solamente de aumentar

nuestras riquezas, para dejarlas luego a nuestros hijos, y éstos a

los suyos, y así sucesivamente convirtiéndonos de esta manera más

en transmisores de nuestros bienes que en sus poseedores.

Y contra la injusticia

Homilía 15, 6

Dios nos entregó a su Hijo; tú en cambio, no eres capaz siquiera de dar un

pan al que se entregó por ti a la Muerte.

El Padre, por amor a ti, no perdonó a su propio Hijo; tú, en cambio, desprecias

al hambriento, viéndolo desfallecer de hambre no lo socorres ni a

costa de unos bienes que no son tuyos y que, al darlos, redundarían en beneficio

tuyo.

¿Existe maldad peor que ésta? El Señor fue entregado por ti, murió por ti,

anduvo hambriento por ti; cuando tú das, das de lo que es suyo y tú mismo te

beneficias de tu don; pero ni siquiera así te decides a dar…

Déjate por lo menos ablandar por tus sentimiento naturales cuando veas a

un desnudo y acuérdate de la desnudez que por ti sufrí en la cruz; esta misma

desnudez la contemplas ahora cuando ves a tu prójimo pobre y desnudo.